Glaucoma
El glaucoma es una enfermedad del nervio óptico. Existen formas hereditarias de glaucoma, que afectan en la juventud, y también una cierta predisposición cuando hay antecedentes familiares de la enfermedad. Además, otras enfermedades, por ejemplo algunas uveitis (o inflamaciones oculares), pueden acompañarse de un aumento en la presión intraocular.
Al hablar del glaucoma, todos pensamos en la tensión ocular elevada, pero este es tan solo uno de los factores de riesgo (también la edad, el espesor corneal, la pseudoexfoliación…) y el único que podemos controlar, sea con medicación o con cirugía. En el ojo, el cuerpo ciliar produce humor acuoso, que se drena por la malla trabecular del ángulo iridocorneal, cuando el equilibrio entre producción y drenaje se altera, la presión intraocular asciende y puede ser dañina para el nervio óptico. Este daño se traduce en una pérdida del campo visual, habitualmente periférico, que el paciente no percibe pues la visión central esta respetada hasta que el daño está muy avanzado, por ello se conoce al glaucoma como “la ceguera silenciosa”, ya que desgraciadamente el daño causado en el nervio óptico es irreversible.
Además, la pseudoexfoliación o síndrome pseudoexfoliativo es una condición muy prevalente en la población gallega, hereditaria, y es un factor de riesgo importante para el desarrollo de glaucoma. Por un defecto en la proteína que lo degrada, el material pseudoexfoliativo se deposita en las estructuras internas del ojo, de forma que el oftalmólogo lo visualiza en el borde pupilar o sobre el cristalino estableciendo así el diagnóstico. Este material, dificulta el drenaje del humor acuoso, de modo que se rompe el equilibrio entre producción y drenaje y la presión intraocular asciende.
Pasados los 40-45 años de edad, es conveniente consultar con su oftalmólogo, especialmente si tiene antecedentes familiares, pues el diagnóstico precoz es fundamental para el control de la enfermedad y mantener una buena función visual.